Aunque no comparta título con la exposición de la Casa Garriga i Nogués (sede de la Fundación Mapfre en Barcelona), bien podría hacerlo. La obra de Pierre-Auguste Renoir (Limoges, 1841 – Cagnes-sur-Mer, 1919) inaugurada en el Museo Thyssen también se desarrolla ‘Entre Mujeres’. Y es que el artista francés era un verdadero experto en retratar la belleza femenina. Una pericia fruto no solo de su habilidad con el pincel, sino también de su capacidad para empatizar con la modelo. Nunca tuvo la pretensión de dibujar a mujeres perfectas, sino a mujeres reales. Sus lienzos no conocían más canon que el de los rasgos y la silueta de la mujer que tenía frente a sus ojos. Pintaba, pintaba y pintaba hasta que le entraban ganas de pellizcar. Entonces, el cuadro estaba terminado.
Renoir decía que «la obra de arte debe apresarte, envolverte, llevarte» y los cuadros que le gustaban eran aquellos por los que le apetecía pasear. Por eso, no es de extrañar que las 76 piezas que componen esta muestra titulada Renoir. Intimidad, compartan un escenario cautivador, acogedor y de lo más ameno. Con estas tres características resulta inevitable no pensar en el ambiente festivo del Bal du Moulin de la Galette (1876). Sin embargo, esta joya -¡que solo ha salido cinco veces de París en los últimos 120 años!- será una de las 40 obras del artista que permanecerán hasta el 8 de enero en la sala principal de su exposición en Barcelona: Renoir entre mujeres. No obstante, en el Thyssen hay Renoir para rato. El museo acogerá hasta el 22 de enero la mayor retrospectiva del maestro del impresionismo jamás vista en España.
A lo largo del recorrido podremos caminar junto a parejas en bucólicos jardines, disfrutar de escenas como una agradable charla a la hora de la sobremesa o rodearnos de la multitud que se arremolina en torno a las orillas del Sena. Aunque lo que más primará serán los retratos en primer plano, como los del pintor Claude Monet y su esposa o los de sus hijos, Edmond y Jean (célebre cineasta del S.XX), en la sala que el museo dedica a los trabajos que el artista realizó sobre su familia y su círculo más próximo. También, serán protagonistas los posados de mujeres sentadas que, sosteniendo la mirada al frente, lucen sus mejores vestidos, joyas y peinados, a veces adornados con una flor o bajo un coqueto sombrero. Pero el lado más sensual de la producción de Renoir se destapa en la sala Bañistas, donde las curvas de cuerpos desnudos y voluptuosos se convierten en el eje de los trazos del pintor.
Sin duda la cualidad que más destaca de Renoir es el virtuosismo a la hora de aplicar el color. Su paleta estaba repleta de anacarados, rosáceos, verdosos, azulados y violáceos de indefinidos contornos. Unos tonos que conseguía ensayando en sus bodegones de flores. El artista extraía de las flores la delicadeza y la técnica con la que pintar a sus modelos. En Madrid solo puede admirarse Rosas en un jarrón (1880), a diferencia de la decena de lienzos florales que decoran la sede de la Fundación Mapfre en Barcelona. Sin embargo, en cuanto a naturaleza al aire libre se refiere, el Museo Thyssen nos seduce con la sala dedicada a Paisajes, donde tendremos agradables vistas al mar, a un campo de trigo, al estanque de Cagnes o a un otoñal paraje de la Normandía. No importa el escenario que se halle ante sus ojos, Renoir siempre recrea en sus cuadros la alegría de vivir. Como sabiamente dijo el maestro impresionista: «El dolor pasa, la belleza permanece».




