Siempre pidió permiso para fotografiar, porque no se conformaba con ‘inmortalizar el momento’. Para Bruce Davidson (Chicago, 1933) era fundamental convivir con la realidad de los proyectos en los que se embarcaba. Tanto fue así, que gran parte de su producción le afectó emocionalmente. Y no es para menos. El fotógrafo asumió un gran compromiso social y llegó a estrechar fuertes lazos con algunos de sus retratados. Así lo evidencian las 190 instantáneas en blanco y negro expuestas en la sala Bárbara de Braganza de la Fundación Mapfre.
Hasta el 15 de enero de 2017, podrá visitarse la primera retrospectiva dedicada al artista en España (tras su paso por la Fundación Mapfre en Barcelona), donde se aprecia la incuestionable capacidad de Davidson para adentrarse sutilmente en la intimidad de la escena, sin invadirla. Un talento innato fruto de su pasión por la fotografía y la dedicación que tuvo a lo largo de toda su vida: desde los diez años -cuando su madre le montó un cuarto oscuro en casa y comenzó a pasear por las calles de su barrio haciendo fotos- hasta que se retiró al cumplir los 80, tras finalizar en 2013 sus últimos trabajos de paisajes naturales de París y Los Ángeles que inició en la década de los 2000.
En esta muestra podrán contemplarse sesenta años de la intensa actividad del fotógrafo. Un recorrido de doce secciones sucedidas en orden cronológico, que se inicia con Los Wall. Un trabajo, que Davidson realizó en 1955, a la edad de 22 años, mientras cumplía el servicio militar en Arizona. El artista conoció en uno de sus días libres a una pareja, John y Kate -de 94 y 79 años, respectivamente-, con los que decidió convivir para capturar la ternura y el amor que se profesaban. Aun sin conocerlo de nada, los ancianos aprobaron la idea y aceptaron acogerle en casa durante sus fines de semana de permiso. Un año después, tras su traslado a un campamento militar de París, repitió esta misma práctica con la viuda del pintor impresionista León Fauché, esta vez, para retratar la ausente presencia en el hogar de su marido ya fallecido.
Un par de años después, el fotógrafo entró a formar parte del equipo de la prestigiosa Agencia Magnum donde se estrenó con una de sus principales series, que tiene como protagonista a Little Man, el payaso enano del circo Clyde Beatty. Después, vivió once meses con una de las bandas de jóvenes conflictivos de Brooklyn, para narrar con imágenes los vicios y frustraciones de los adolescentes derivados de los problemas de abusos y marginalidad. Pero sin duda, las fotografías que mayor repercusión tuvieron en la época, fueron las del encargo que recibió del New York Times para cubrir los Viajes por la Libertad.
Davidson se subió a un autobús y junto a otros voluntarios activistas, partió rumbo a Jackson (Mississippi) para documentar uno de los momentos más convulsos de la contemporaneidad de los Estados Unidos: el enfrentamiento vivido en el país a principios de los 60 a causa del Movimiento por los Derechos Civiles, en el que multitud de afroamericanos reclamaban la igualdad de derechos. En la muestra se pueden observar instantáneas de personas en marchas pacifistas o escuchando discursos del líder Martin Luther King. Esta división de la sociedad americana repercutió también en el entramado urbano, cada vez más configurado en guetos, como el Spanish Harlem. En este suburbio el fotógrafo utilizó una cámara de gran formato para mostrar la situación de miseria en la que vivían estos habitantes al noroeste de Manhattan.
Un proyecto en el que Davidson invirtió un total de dos años en los que acude regularmente a reunirse con los vecinos y compartir con ellos el día a día. La idea de entregarles copias de las fotografías que tomaba dio resultado e hizo que le aceptaran como a uno más. Esta serie titulada Calle 100 Este se expuso en el MoMA en 1969 y es probablemente su trabajo más conocido. Otro de los lugares de la ciudad que llamó la atención del inquieto fotógrafo fue el metro, cuyos andenes y vagones se trasformaron en espacios verdaderamente hostiles. Durante los años 80, capturó a viajeros en la cotidianidad de los trayectos donde se hicieron habituales las trifulcas y los actos vandálicos. Imágenes cargadas de realismo social que ejemplifican el carácter humanista de cada una de las obras de esta exposición: fotografías de personas a las que Davidson dignifica dando voz a sus necesidades, luchas y deseos.



