El escritor Xavier Villaurrutia (Ciudad de México, 1903 – 1950) fue uno de los poetas mexicanos pertenecientes al grupo de los Contemporáneos, junto a Salvador Novo y Jaime Torres Bodet con los que mantuvo una estrecha amistad. Desde su temprana juventud, Villaurrutia tuvo un miedo atroz a la muerte, que subyacería siempre en el tono elegiaco de sus versos. Un manto de oscuridad y solitaria tristeza que le impulsó a crear sus nocturnos, poemas que, en la actualidad, inspiran a artistas oriundos de su patria como Jorge Méndez Blake (Guadalajara, 1974).
La producción artística del joven arquitecto se caracteriza por la influencia constante de la literatura. Por eso no es de extrañar, que su exposición actual en la galería Travesía Cuatro nazca de la disección de uno de los ejemplares más representativos de la historia de la poesía mexicana del siglo XX: Nostalgia de la muerte. Este libro escrito por Villaurrutia incluye, entre otros poemas, una selección de diecisiete nocturnos que serán analizados por Blake en cada una de las piezas de esta muestra titulada, en su conmemoración, Nocturnos. Un trabajo, que podrá visitarse hasta el día 10 de febrero de 2017, en el que el artista hace uso de tres formatos completamente distintos.
Por un lado, elabora cuatro pinturas de fondo negro en gran formato a las que incorpora en blanco cada una de las palabras y los signos de puntuación de los nocturnos, rompiendo con la distribución tradicional de las líneas. El resultado es una nebulosa de palabras que parecen aflorar sobre el fondo oscuro presentando una atípica imagen visual. Para conseguir una proporción de texto equilibrada en todas las obras, Blake distribuye los 17 nocturnos según su extensión: dos de las pinturas están formadas por seis nocturnos, otra por dos y la última por tres.
Al otro lado de la sala, pueden contemplarse las obras de pequeño formato realizadas a máquina de escribir. Es la primera vez que Blake utiliza este dispositivo mecánico para imprimir directamente los caracteres sobre las láminas de papel. No obstante, al igual que en las pinturas, las palabras no guardan el orden clásico. El artista juega con la disposición tipográfica generando versos que puedan ser traducidos en objetos concretos. Para ello escoge los vocablos que más se repiten en los nocturnos de Villaurrutia y elabora poemas completos a modo de caligramas, añadiendo la dimensión visual al contenido narrativo.
Por último, una maqueta negra preside la zona central de la sala. En esta construcción tridimensional Blake recrea el escenario posible en el que se desarrollan los nocturnos. Una plaza repleta de arquerías con un decorado que exterioriza la naturaleza romántica y surrealista de las composiciones. Unas cualidades que el artista enfatiza introduciendo, con una estética casi de naturaleza muerta, un limón y una pequeña taza de café sobre un plato. Dos elementos que simbolizan el carácter agrio y las secuelas del insomnio. Y es que la noche es por excelencia el momento en el que agonizan los sentimientos y la conciencia se desvanece. La muerte, el amor, el deseo y el sufrimiento serán los temas recurrentes en los versos de Villaurrutia que, a través de estas piezas, Blake aborda siguiendo un proceso metodológico tan original como delicado que logra mantener viva la figura del maestro mexicano.



