Ramón Casas, La modernidad anhelada

Vista de la entrada a la exposición La modernidad anhelada de Ramón Casas © Marina Fertré

A la temprana edad de quince años, Ramón Casas (Barcelona, 1866-1932) tomó la decisión de viajar a París para abrirse camino en su carrera como artista. Esta primera estancia tuvo lugar en el invierno de 1881, cuando Casas se trasladó al centro artístico europeo por excelencia de la época para estudiar en el taller del pintor e instructor francés Carolus-Duran. Una experiencia que marca el punto de inicio de La modernidad anhelada, la exposición que CaixaForum Madrid le dedica hasta el 11 de junio.

La muestra formada por una selección de 145 obras, llega a la capital tras su paso por el Museus de Sitges, donde se inauguró para conmemorar el 150 aniversario del nacimiento de Casas y homenajear su trayectoria como uno de los principales introductores de la modernidad en España. Con gran acierto, el recorrido alterna sus piezas con las de aquellos artistas coetáneos que influyeron notablemente en su producción artística, como Santiago Rusiñol, Toulouse-Lautrec, John Singer Sargent, Julio Romero de Torres, Joaquín Sorolla, Joaquín Torres García o Pablo Picasso, entre otros.

Pero si hay un artista que estuvo fuertemente vinculado a su obra, fue el también barcelonés Santiago Rusiñol, con el que entabló una gran amistad y recorrió Cataluña, la Cerdaña y los ambientes de la bohemia parisina. Este artista, nacido al igual que Casas en el seno de la burguesía catalana, se convertió en el protagonista de un gran número de sus cuadros y dibujos al carbón. Especialmente cómico, resulta el óleo sobre tela en el que Casas dibuja a Rusiñol colgado de una lámpara. Asimismo, Casas también protagonizó en numerosas ocasiones las pinturas de Rusiñol. Un gran ejemplo es Ramón Casas velocipedista (1889), donde éste aparece retratado despojado del atavío artístico en el centro de un cuadro de gran formato para el que posa sentado mientras fuma un cigarrillo.

Una de las grandes cualidades de Casas fue su facilidad para el dibujo, que le llevaría a convertirse en el indiscutible retratista de la burguesía catalana y de los intelectuales de finales del siglo XIX y principios del XX. Realizaría más de 200 dibujos al carbón, que habitualmente acompañaba con pastel y tinta, como el del crítico de arte y marchante Josep Maria Jordà, uno de los ejemplos presentes en esta muestra. Tras un período en el que predominan sus composiciones retratísticas y de desnudos, se centrará en los acontecimientos multitudinarios, siendo un gran narrador de la historia y política de la España de finales de siglo a través de sus cuadros de crónica social. Uno de los más representativos de su carrera y pieza maestra de este recorrido expositivo es Garrote vil (1894), un impresionante óleo sobre tela que describe el escenario de uno de los ajusticiamientos que presenció el propio pintor en la Ciudad Condal en 1893.

Dentro de sus creaciones populares, Casas también se interesó por las escenas más costumbristas, aunque siempre representadas con el lenguaje y el encuadre de la estética fotográfica heredada de la cosmopolita atmósfera parisina. Prueba de ello es la sala reservada a sus representaciones de plazas taurinas, majas y toreros. Poco tiempo después, el inquieto espíritu del artista comenzará a interesarse por nuevas técnicas de comunicación como el cartel. Para realizar sus diseños se inspiró en la estética de Toulouse-Lautrec, experto en recrear el ambiente de los bajos fondos de la vida nocturna parisina y realizar los carteles que promocionaban los espectáculos de los cabarets.

La faceta de Casas como cartelista le llevaría a convertirse en uno de los precursores de la publicidad en España, iniciando su relación con distintas marcas y negocios. De esta etapa merece destacarse el trabajo que realizó para la cervecería Els Quatre Gats. Un local, fundado en la calle Montsió del Barrio Gótico de Barcelona en el año 1897, que destacó por ser el centro social de intelectuales que luchaban por fomentar la libertad artística. También realizaría importantes encargos durante la última década del siglo XIX, para firmas de bebidas como Anís del Mono o Codorníu, con una estética de vivos colores como los de la pieza Ámbar y espuma (1898).

La exposición cierra con el mismo guiño con el que da la bienvenida: la fascinación de Casas por el mundo de la locomoción y las posibilidades que ofrecía el progreso tecnológico, siendo su especial pasión el mundo del automóvil. Tanto fue así que en 1903 fundó junto a su amigo Santiago Rusiñol el Real Automóvil Club de Cataluña. Casas se encargó de diseñar el escudo del club y los carteles de las carreras, siendo pionero en incluir a la mujer como protagonista de las escenas de coches. Unas obras que nos muestran la imagen de una mujer sofisticada y moderna, como colofón a una exposición que nos presenta la talentosa trayectoria de Casas contextualizando su amplio abanico técnico y temático.

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izq: Santiago Rusiñol, Ramón Casas velocipedista (1889); der: Ramón Casas y Santiago Rusiñol, Retratándose (1861-1931) © Marina Fertré
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Vista de los retratos de figuras de la burguesía catalana e intelectuales realizados por Ramón Casas © Marina Fertré
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Ramón Casas, Rusiñol encima de una lámpara de hierro forjado (1893) © Marina Fertré
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Ramón Casas, Garrote vil (1894) © Cortesía CaixaForum

 

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Vista de las obras del mundo del toro realizadas por Ramón Casas © Marina Fertré
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Ramón Casas, Ámbar y espuma (1898) © Cortesía CaixaForum
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Vista de las obras de la mujer en el mundo del automovil realizadas por Ramón Casas © Marina Fertré