Pily Estrada: «Quiero mostrar la caída del mito y la ficción alrededor del héroe»

Pily Estrada (2017) © Marina Fertré

La galería Ponce + Robles apuesta, con acierto, por alternar las exposiciones de sus artistas representados con interesantes proyectos expositivos que proceden del otro lado del charco. En 2016, pudimos contemplar propuestas como la de Travis Somerville y Leslie Smith III, que fueron producto de su intercambio artístico con la galería estadounidense Beta Pictoris Contemporary, donde tuvieron una individual, ese mismo año, Irene Grau y Manuel Caeiro. En este 2017, la iniciativa transatlántica de Ponce + Robles nos acerca a Ecuador a través de las obras de siete artistas originarios del país latinoamericano, que podrán admirarse en la galería hasta el 19 de mayo de la mano de la comisaria Pily Estrada (actual directora del Centro Cultural Metropolitano de Quito).

El proyecto curatorial, titulado Hacia donde Olmedo miraba, pretende «transmitir la caída del mito y mostrar la ficción que hay alrededor del gran héroe», declara Estrada. Ya que, en contadas ocasiones, el trasfondo de un acto aparentemente heroico resulta estar ligado al ego de los personalismos en vez de atender al bien colectivo. Bajo esta idea discursiva, Estrada asigna un sobrenombre a cada artista en base a las obras que ha seleccionado de cada uno de ellos: Óscar Santillán (1980), el único con dos, ‘El gesto heroico inútil’ y ‘La suplantación del héroe’; Karina Skvirsky (1969), ‘Lo heroico imaginado’; Fabiano Kueva (1972), ‘El héroe romántico’; Adrián Balseca (1989), ‘El monumento que faltaba’; Ricardo Coello Gilbert  (1980), ‘Aquel que en su nombre todo se hizo’; Rosa Jijón (1968), ‘El ídolo’; y por último, José Hidalgo-Anastasio (1980), ‘El conquistador’.

El punto de partida de la exposición nace de la controversia que de manera sucinta recoge su título. Hacia donde Olmedo miraba hace referencia al debate que cuestiona la autenticidad de la escultura de José Joaquín de Olmedo (Guayaquil, 1780-1847), «uno de los personajes más importantes en la historia independentista y republicana de Ecuador», explica la comisaria. Esta escultura, del primer Presidente de la Provincia Libre de Guayaquil (1820-1822), fue encargada al cumplirse los cien años de su nacimiento a un escultor francés, llamado Jean Alexandre Falguière. Sin embargo, cuando la obra llega a Ecuador y se inaugura en 1892, se desata una gran  polémica: la pieza en cuestión «tiene un gran parecido con la estatua del poeta británico Lord Byron que se encuentra en el Hyde Park de Londres», afirma Estrada.

Más de un siglo después, la estatua volverá a ser motivo de discusión. Cuando en el año 2000 se completó el proceso de regeneración urbana entorno al río Guayas, denominado Malecón 2000, se tomó la decisión de trasladar la estatua a dicha zona. «Fue entonces cuando surgió el debate de hacia dónde debía mirar Olmedo: si hacia la ciudad pujante que creó o hacia el río que hizo de Guayaquil la capital comercial del país». Finalmente la escultura de Olmedo mira hacia el río Guayas, aunque la creación de esta disputa tuvo consecuencias negativas. «En vez de reivindicar un monumento que nos una como ciudad y que sea símbolo de un modelo a seguir, su cambio de posición, de espaldas a la ciudad, parece que solo sirvió para subvertir los valores que personificaba y engrandecer a quienes lo movieron», precisa Estrada.

Por este motivo, todas las obras del recorrido expositivo cuestionan, con humor, «lo glorificado». Algunas ponen el foco en los principios que unen a Ecuador como nación. Es el caso de Adrián Balseca, que consigue convencer a las entidades gubernamentales de que financien con fondos públicos un monumento al ‘Petróleo de Ecuador’ en medio del mar de Ancón (zona donde se creó el primer pozo petrolífero y también donde se produjo el primer vertido). En la imagen de la sala, puede verse sobre una boya la escultura de un caduceo, símbolo del comercio asociado a Hermes en la mitología griega. Otros, como Karina Skvirsky, exploran las raíces de la identidad ecuatoriana. Skvirsky, nacida en Estados Unidos, viaja a Ecuador en busca de los orígenes de sus ancestros. En la galería podrá contemplarse un vídeo, que recoge el trayecto que la artista realizó desde el Valle del Chota (donde visita a sus familiares) hasta Guayaquil, valiéndose de los mismos recursos (a burro y a pie) que utilizó su abuela cuando huyó a la ciudad en 1900 para encontrar una vida mejor.

También hay artistas que cuestionarán lo sagrado desde una óptica muy crítica, como Ricardo Coello Gilbert. Para su proyecto Eclesiastés 7:26 ha extraído de la Biblia aquellos versículos misóginos, homófobos y racistas para crear anagramas en los que se lamenta de la mezquindad que éstos encierran. Una obra formada por pequeños primas escultóricos, depositados sobre el suelo, con los que construye mensajes que denuncian el sinsentido de dichas convicciones. A pesar de su simplicidad formal, el valor de la obra radica en su idea de reflexionar en torno a unos valores tan establecidos, que pocos cuestionan su moralidad. Y es que no es fácil realizar una propuesta expositiva que ponga en duda, el sentido de los valores culturales que en la actualidad prevalecen a través de los mitos. Unos mitos, que a pesar de estar analizados desde su repercusión en el paisaje ecuatoriano, guardan la herencia de la conquista española. Pasen, despojados de prejuicios, y miren. 

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Vista de la obra de Karina Skvirsky en la exposición Hacia donde Olmedo miraba © Marina Fertré
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Adrián Balseca, 2º11’07»S 80º51’47»W (2016) © Marina Fertré
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Ricardo Coello Gilbert, Eclesiastés 7:26 (2013) © Marina Fertré
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Vista de la exposición Hacia donde Olmedo miraba © Marina Fertré
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Ricardo Coello Gilbert, Linderos de un espejismo (2017) © Marina Fertré