La exposición Magnum: Hojas de contacto organizada por la Fundación Canal, bien parece seguir la recomendación de la célebre cita de Robert Capa (aunque el pseudónimo se utiliza siempre para referirse al fotógrafo húngaro André Ernö Friedmann, su mujer Gerda Taro también realizó imágenes bajo este nombre): «Si tus fotografías no son lo suficientemente buenas, es que no estás lo suficientemente cerca». Y es que esta muestra nos permite aproximarnos a la faceta más íntima de los 65 fotógrafos de la Agencia Magnum, que la protagonizan: el proceso creativo que revelan sus hojas de contacto.
Las hojas de contacto son la primera impresión de los negativos y están consideradas como un valioso documento de trabajo que muchos fotógrafos se niegan a exhibir, ya que deja al descubierto la calidad de todos sus disparos. Por este motivo es todo un privilegio para el espectador poder visitar, hasta el 5 de enero de 2018, las hojas de contacto de las que se extrajeron las 94 icónicas imágenes que integran esta exposición y que documentaron parte de los acontecimientos históricos más representativos de los últimos 80 años: episodios conflictivos de la II Guerra Mundial, la Guerra Fría, el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, la Guerra de Vietnam, o los atentados del 11-S.
El recorrido comienza con imágenes tomadas por Henri Cartier-Bresson antes de fundar junto a Robert Capa, David «Chim» Seymour, George Rodger y William Vandivert la organización Magnum Photos. No fue hasta el año 1947 cuando nació en París esta agencia que alcanzó fama mundial al ser la primera en establecer que los fotógrafos eran los propietarios de los derechos de sus imágenes y no el medio o la empresa que las compraba (por lo que cada vez que hicieran uso de ellas les tenían que pagar). Estas primeras imágenes de Cartier-Bresson se convirtieron en un símbolo de la Guerra Civil española a pesar de que el fotógrafo las tomó en Sevilla tres años antes de que estallara la contienda, durante el viaje que realizó por el sur de Europa y el Magreb. En ellas pueden verse a unos niños (el primero de ellos lisiado) jugando felizmente entre unos edificios en ruinas que alertan de la pobreza del lugar.
Justo enfrente se encuentra una de las imágenes más divertidas de la exposición: Dalí atomicus, realizada por Philippe Halsman en Nueva York en 1948 e inspirada en el cuadro del artista de Figueras titulada Leda Atómica. Para que el fotógrafo pudiera tener el resultado deseado necesitó más de seis horas de trabajo en su estudio. En ese tiempo recrearon la peculiar escena un total de 28 veces. Su mujer Ivonne sujetaba la silla y a la de tres sus ayudantes lanzaban los gatos y el cubo de agua por los aires. A la de cuatro saltaba Dalí a fin de que, igual que en la obra original (presente al fondo sobre un caballete), los elementos estuvieran en suspensión. ‘En los aires’ también puede decirse que estaba el protagonista de la imagen de Marc Riboud por la que Cartier-Bresson y Robert Capa lo invitaron a unirse a la Agencia Magnum y que publicó en 1956 en la revista Life: en ella retrata a uno de los pintores de la Torre Eiffel desempeñando su tarea sumido en la más absoluta tranquilidad, sin preocuparse de estar casi más cerca de las nubes del cielo, que del suelo parisino.
En esta visita el espectador tendrá la suerte de contemplar una de las «las once magníficas» que se conservaron del desembarco de Normandía, documentado por Robert Capa en 1944. A pesar de la hazaña y la rapidez con las que el fotógrafo hizo llegar a la oficina central de Life de Londres los 134 negativos, el laborante, Edward Reagan, agobiado por las prisas, quemó el resto en la secadora antes de ser enviadas a la oficina central de Life en Nueva York. La tragedia le dio a esta serie una fama y prestigio aún mayor. El dramatismo de las escenas apocalípticas que recogen la dura batalla de las Tropas Aliadas se ve enfatizado por el gran tamaño del grano y el ligero desenfoque de las instantáneas. En el extremo opuesto se encuentra la ironía que desprende la serie de Inge Morath. De ella obtuvoUna llama en Times Square (1957), publicada en la sección humorística Animales de la revista Life bajo el título: Una llama muy bien pagada en la gran ciudad. Aunque esta escena pudiera parecer fruto de la casualidad, cuenta con una gran planificación detrás.
Una de las imágenes que mayor polémica suscitan al contemplar la hoja de contactos es la que Elliott Erwitt realizó cuando Richard Nixon, vicepresidente de EE.UU, acompañó en 1959 a Nikita Jrushchov, dirigente de la URSS, a la inauguración de la Exposición Nacional de Estados Unidos en el parque Gorki de Moscú. Como estaba rodeado de una gran multitud de periodistas acreditados que cubrieron el evento, Erwitt decidió alejarse y colocarse tras una valla que le separaba de los asistentes. En un instante en el que Nixon y Jrushchov se apartaron de la multitud para hablar más acaloradamente, se pusieron justo al lado de la valla y en aquel instante Erwitt inmortalizó la imagen que sería utilizada para la primera campaña a la presidencia de Nixon (el fotógrafo se alegró de que finalmente perdiera contra John F. Kennedy). En ella aparece Nixon señalando con el dedo el pecho de Jrushchov, pero con el matiz de que pilla al dirigente soviético parpadeando, dando la sensación de que el gesto de Nixon le intimidó profundamente. No obstante, si se observa la hoja de contactos, descubrimos cómo Jrushchov fue el primero en apuntar con el dedo el pecho de Nixon y cómo en el resto de los negativos existía una relativa cordialidad entre ambos en su intento de disimular las tensiones existentes en aquella época a causa de la Guerra Fría.
Otros eventos de gran relevancia, como el movimiento por los derechos civiles o la invasión rusa en Praga, fueron documentados por fotógrafos de prestigio como Leonard Freed y Josef Koudelka, respectivamente. Freed fue uno de los pioneros en documentar fotográficamente las luchas de los 60. Siempre le interesó fotografiar a las personas, nunca a las celebridades. Quería retratar el ambiente, no los hechos. Por ejemplo, en la famosa fotografía a Martin Luther King en 1964 que se puede contemplar en la sala, le interesó mostrar cómo las personas se abalanzaban sobre él, ansiosas por tocar su mano, cuando regresó a Estados Unidos tras recibir el Premio Nobel de la Paz. En cuanto a la imagen de Koudelka, es importante detenerse a observar con lupa las hojas de contacto (el montaje de la exposición se estructura en hileras de mesas con separadores provistas de lupas que permiten admirarlas con detalle), ya que en ella se recoge la parte más violenta de la confrontación que tuvo lugar durante la mañana del 21 de agosto de 1968 en su ciudad natal. A pesar de que Koudelka nunca había fotografiado sucesos -era conocido por sus retratos de gitanos y del mundo del teatro- las imágenes del fotógrafo destacaron entre las de sus compañeros internacionales que viajaban a cubrir el acontecimiento. Los rusos estaban atentando contra su patria. Era su historia y sabía cómo contarla.
Una de las fotografías a color más bellas que podemos encontrar en esta selección es sin duda La Roca Dorada, que Hiroji Kubota consiguió tomar cuando pasó una temporada en Birmania en 1978, en la época de la ocupación estadounidense durante la Guerra de Vietnam. Para inmortalizar la famosa roca tuvo que desplazarse hasta Kyaiktiyo. El viaje constaba de tres etapas, saliendo en tren desde Rangún, y le era imposible volver en el mismo día. El trayecto era peligroso debido a los mon, que raptaban a los extranjeros para pedir un rescate. Así que fue vestido con ropajes autóctonos, en compañía de un amigo birmano y sin abrir la boca en todo el viaje. Lamentablemente, cuando llegaron a la roca todo su perímetro estaba cubierto por esteras de bambú, que impedían la visibilidad, pues estaban restaurando su recubrimiento de oro. Dos meses más adelante le confirmaron que ya había finalizado la restauración y volvió a desplazarse al lugar, con tan mala suerte que aún quedaba parte de aquella barrera de esteras. No fue hasta la tercera vez cuando consiguió fotografiar por fin la roca dorada. No obstante, la famosa pagoda que se halla sobre la roca tampoco estaba descubierta. Mientras se preguntaba qué podía hacer, unos monjes se acercaron a las paredes del gran volumen rocoso a rezar en actitud solemne, lo que dio lugar a la bella imagen expuesta en la sala.
Una de las ventajas de la hojas de contactos es que permiten al espectador (y por tanto al editor, comisario o profesional) elegir cuál es la mejor instantánea según su criterio, ya que hay veces que el fotógrafo es tan crítico con su trabajo que no da valor a algunas de las que realiza. Fue lo que le pasó a Thomas Höpker cuando retrató los atentados del 11-S. La imagen más famosa del fotógrafo no salió a la luz hasta tres años después, cuando Ulrich Pohlmann, el conservador del Fotomuseum de Múnich, preparó su retrospectiva. Aquel 11 de septiembre Höpker seleccionó unas imágenes que había tomado desde el puente y pensó que su trabajo había sido muy pobre en comparación con el de sus compañeros de Magnum, ya que no pudo acercarse a la Zona Cero. En cambio, una de las que rechazó y que ahora puede contemplarse en la sala, donde se ve a un grupo de amigos charlando y tomando el sol tranquilamente mientras a sus espaladas la ciudad está ardiendo, se ha convertido con el tiempo en su imagen más publicada y más controvertida.
La exposición no podría finalizar sin mostrar una obra de Cristina García Rodero, la única fotógrafa española que actualmente forma parte de la Agencia Magnum (junto al recién incorporado, en 2014, Moisés Saman). La imagen y la hoja de contactos seleccionada hace referencia al acto de peregrinación que tiene lugar en Saut-d’Eau donde miles de personas acuden el día de Nuestra Señora del Monte Carmelo al pueblo haitiano de Mirebalais para limpiar su alma en las aguas que caen desde gran altura por la grieta de una montaña. La imagen de García Rodero inmortaliza a la gente aproximándose junto a la cascada en una especie de trance en el que, según afirma su autora, se pueden escuchar gritos y cánticos cuando el agua entra en contacto con sus cuerpos. Porque una de las grandes virtudes de esta palpitante y didáctica exposición es que en las cartelas los fotógrafos cuentan en primera persona las emociones que sintieron y lo que les llevó a tomar cada una de estas instantáneas.









