El magnetismo de las fotografías de Cualladó esencial 

Gabriel Cualladó, Gitanilla (Sama de Langreo, Asturias, 1978) © Marina Fertré

Comisario: Antonio Tabernero

Gabriel Cualladó (Massanassa, 1925 – Madrid, 2003) compró su primera cámara sin mayor pretensión que la de tomar fotografías familiares cuando nació su primer hijo. Sin embargo, hoy en día es considerado uno de los fotógrafos más relevantes de la segunda mitad del siglo XX en España. Quince años después de su muerte, la Sala Canal de Isabel II le dedica una exposición tituladaCualladó esencial, integrada por un total de 160 fotografías que podrán contemplarse hasta el 29 de abril en Madrid, y que tendremos oportunidad de verlas de nuevo en marzo del próximo año en La Pedrera de Barcelona.

Cuando Cualladó compró aquella primera cámara, una Capta, tenía 26 años y trabajaba en la empresa de transportes familiar. Cinco años después, su afición le llevó a ser miembro de la Real Sociedad Fotográfica en Madrid, la única escuela de fotografía creativa del país. Su formación autodidacta no le impidió llegar a ser el primer Premio Nacional de Fotografía en 1994. Y es que el trabajo de Cualladó marcó un punto de inflexión en la fotografía española. Su mente inquieta le hizo estar siempre a la vanguardia, leyendo las revistas, los libros y los catálogos que recibía del extranjero, principalmente de Estados Unidos. Logró ser dueño de una importante biblioteca, a pesar del hermetismo y la censura que había en la España de los años 50, y compartió todo lo que leía con sus amigos y compañeros. Fue miembro del grupo Afal y mantuvo una gran amistad con Paco Gómez y Ramón Masats junto a los que creó el colectivo La Palangana. Después, formaría parte de la Escuela de Madrid junto a Leonardo Cantero, Fernando Gordillo, Gerardo Vielba y el propio Gómez, entre otros. [Poco antes de la muerte de Gómez en 1998, Cualladó le rindió homenaje dedicándole una exposición en la Real Sociedad Fotográfica titulada Va por ti, de la que se hizo un bello catálogo que puede verse en la sala].

Todos estos fotógrafos tenían en común que entendían la disciplina desde su faceta documental y humanista, cercana a la corriente neorrealista y al fotoperiodismo que cultivaban los reportajes y las imágenes de carácter social. Sin embargo, al visitar esta exposición (conviene comenzar por la primera planta y terminar en planta baja con la serie Puntos de vista que realizó en el Museo Thyssen entre 1993 y 1994) percibimos que el modo en el que Cualladó abordó la fotografía se diferenció visiblemente del de sus compañeros. Quizás porque sus escenarios se alejan de lo puramente documental y poseen un lenguaje emocional que trasciende a la propia imagen. Retrataba las escenas cotidianas de manera espontánea, libre de las limitaciones de la norma, atraído por los escenarios auténticos, sin artificios, en los que parece que el tiempo se ha detenido, como en la imagen del Padre de Carmita (Gijón, 1964).

Uno de los aspectos que más llama la atención de sus fotografías son los acertados desequilibrios que dan lugar a cortes abruptos y a personajes apartados del centro del encuadre, como ocurre en las imágenes de la Rue de la Paix tomadas en París en el año 1962, o en su reportaje de la feria ARCO en Madrid en 1994. En este sentido, su modo de fotografiar estaba próximo al del maestro Robert Frank. Otro aspecto a destacar de Cualladó es el protagonismo de la sombra y su habilidad a la hora de ocultar determinadas áreas en la escena para desviar la atención hacia otras. Unos espacios en negro que aportan solemnidad y un aura de humildad al personaje, como se aprecia en Hija de Jesús(Güexes, 1963) o en el retrato de Fifí en Arriondas de 1959.

A lo largo del recorrido, no solo encontraremos imágenes en blanco y negro (a excepción de las diez polaroid de la última planta) de sus trabajos más conocidos, como Gitanilla (Asturias, 1978) -una de las favoritas del autor-, sino también algunas inéditas que han logrado rescatarse. Entre ellas, se encuentran las que realizó en el mercado central Les Halles de París -actualmente reemplazado por un jardín con el mismo nombre- en el año 1962, cuando Cualladó viajó a la ciudad invitado por el comisario de Turismo francés junto a otros diez fotógrafos españoles para hacer un reportaje sobre la ciudad en el que debían captar el ambiente de sus transitadas calles, en especial del entorno del mercado de abastos.

Veinte años más tarde, Cualladó también retrataría el bullicio de uno de los mercados más famosos de España, El Rastro de Madrid. Una bella serie de imágenes en las que se aprecia su estilo más depurado y en las que sus personajes anónimos tampoco pasan desapercibidos en mitad del pintoresco escenario de puestos abarrotados de objetos. Cualladó se acerca a ellos sin intimidarlos, consiguiendo que desprendan gran seguridad y naturalidad gracias a su previo consentimiento. De este modo nos acerca a la pureza del instante, a su poesía, logrando que todas sus imágenes preserven una eterna vigencia.

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Vista de la exposición Cualladó esencial en la Sala Canal de Isabel II © Marina Fertré
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Vista de la exposición Cualladó esencial en la Sala Canal de Isabel II © Marina Fertré
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Vista de la exposición Cualladó esencial en la Sala Canal de Isabel II © Marina Fertré
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Vista de las imágenes tomadas por Gabriel Cualladó en París en 1962 © Marina Fertré
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Vista de imágenes de Les Halles (París, 1962) tomadas por Gabriel Cualladó © Marina Fertré
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Vista de imágenes de la serie El Rastro (Madrid, 1980-1981) tomadas por Gabriel Cualladó © Marina Fertré
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Vista de imágenes de la serie El Rastro (Madrid, 1980-1981) tomadas por Gabriel Cualladó © Marina Fertré
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Vista de Va por ti (1997), catalogo de la exposición que realizó Gabriel Cualladó en honor a su amigo Paco Gómez © Marina Fertré
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Una de las Polaroid realizadas por Gabriel Cualladó que se muestra en la sala © Marina Fertré