Comisario: Horacio Fernández
Pocas veces el depósito de la Sala Canal de Isabel II ha estado lleno de tanta luz como la que desprenden las coloridas fotografías de Ricardo Cases (Orihuela, 1971). Aunque en las últimas exposiciones la sala ha dado cobijo a las obras de fotógrafos que consolidaron su trayectoria en el panorama artístico español de la segunda mitad del siglo XX, como Gabriel Cualladó (1925-2003), Juan Manuel Díaz Burgos (1951), Toni Catany (1942-2013) o Paco Gómez (1918-1998), en esta ocasión, se ha optado por promover la obra de un artista de media carrera pero en constante crecimiento. Cases fue galardonado el año pasado con el Premio de la Cultura de la Comunidad de Madrid en la modalidad de Fotografía y, en los últimos años, ha expuesto en galerías e instituciones de ciudades como Nueva York, París, Ginebra, Lisboa, Viena o Colonia, entre otras, además de en España. Recientemente pudimos ver en Madrid su obra de manera individual en La Fresh Gallery donde presentó su trabajo Sol o en el Centro de Arte de Alcobendas, donde mostró su serie más conocida, Paloma al aire.
En la muestra de la Sala Canal se recoge una selección de imágenes realizadas a partir de 2010, entre las que se encuentran las que pertenecen a las dos series ya mencionadas y otras tres más: Paloma al aire (2011), El porqué de las naranjas (2014), Podía haberse evitado (2015), Sol (2017) y su último trabajo Estudio elemental del Levante (2018) que da título a esta exposición que se podrá contemplar hasta el 29 julio. A lo largo del recorrido se hace patente la influencia que los estudios de periodismo han tenido en Cases en el modo de aproximarse a la fotografía desde lo documental. El artista se ha convertido en todo un cronista del modo de vida del Mediterráneo español. Tiene la habilidad para encontrar la singularidad en el tópico. Lo sustancial en lo anodino. La solemnidad en lo kitsch. Porque sus imágenes de gama cálida y colores vibrantes lejos de temer a lo hortera, lo convierten en su mejor aliado para que el espectador fije la mirada en ellas.
Una mirada que es difícil de apartar de esta selección de imágenes que nos acerca a los entresijos del mundo rural y las costumbres del Levante. Son frecuentes los primeros planos en los que Cases retrata iconos reconocibles del territorio como las naranjas, las palmeras, las motocicletas que tanto se ven en las zonas de costa o las arquitecturas olvidadas en un entorno agredido por la especulación urbanística. Desde que el artista regresó a vivir a su pueblo natal de Alicante, sabe que es allí donde encuentra su inspiración y donde tiene cerca su mejor archivo. Su serie más expuesta, Paloma al aire, es fruto de saber fijarse en esos acontecimientos culturales que son poco conocidos en el resto del país y que están sacados de un modo de vida que avanza a otro ritmo. En este caso, el fotógrafo acude en repetidas ocasiones a los encuentros de la comunidad que practica la colombicultura deportiva. Una actividad que consiste en entrenar a los palomos para que compitan por cortejar a una paloma. Se hacen apuestas y el ganador recibe un trofeo. Pero lo que le interesa al artista es inmortalizar la explosión de colores con los que se pintan las plumas de cada uno de los palomos para distinguirlos. Especialmente bellas son las imágenes de las alas en primer plano.
Otra peculiaridad de Cases es su predilección por capturar situaciones o elementos que invitan a imaginar historias y dan lugar a dobles sentidos. También habitúa a aderezar cada una de sus tomas con ironía y a salirse de la monotonía en el formato y en el montaje de las imágenes. En planta baja, se muestran sus imágenes con una estética similar a la de una pinacoteca, mientras que en la segunda crea una gran instalación a base de tableros de madera con fotografías superpuestas, en la tercera planta otras dos instalaciones de gran tamaño con marcos metálicos y en la cuarta se alía con el paspartú para monumentalizar sus instantáneas de pequeño formato. Además, en la última planta se podrá ver el vídeo titulado El Ojo del Pintor (10:59 minutos) que permite conocer más de cerca al artista y su trabajo. Antes de salir es imprescindible detenerse en la planta baja a admirar el diseño de los fotolibros que Cases ha elaborado a lo largo de su trayectoria. Entre ellos se encuentra el catálogo de la muestra. A caballo entre un portfolio y un diario, sus páginas ilustran el proceso de su trabajo y escenas de su vida familiar con una cuidada maquetación que, al igual que esta exposición sorprende por su color y sus texturas.








