Comisaria: Gioia Mori
Sofisticación, trasgresión y modernidad. Estos son algunos de los rasgos que definen la vida y obra de la artista Tamara de Lempicka (Varsovia, 1898 – Cuernavaca, México, 1980) a la que el Palacio de Gaviria le dedica su primera retrospectiva en Madrid. Una exposición que permanecerá abierta al público hasta el 26 de mayo en la que se podrá disfrutar del más puro estilo art decó. Y es que la selección está integrada por 200 piezas de distintos soportes y formatos, que tienen como objetivo ambientar el modo de vida de la que es considerada «la reina» de este movimiento. Encontramos así lujosos vestidos de sastrería italiana, entre ellos el diseñado por Elsa Schiaparelli que tanto adoraba la artista. También mobiliario de finales de los años 20 y 30, como la librería de brezo, con incrustaciones de arce y peltre, creada por Gio Ponti y Emilio Lancia o piezas de cerámica de la época, como el jarrón craquelado del famoso ceramista francés René Buthaud.
La vida de Lempicka comenzó en el seno de una familia adinerada rusa bajo el nombre de Tamara Rosalia Gurwik-Gorska. Tanto su fecha como su lugar de nacimiento continúan siendo a día de hoy un misterio. Algunos expertos sostienen que nació en Moscú y otros en Varsovia. El año oscila entre 1895 y 1898. En esta exposición, se toma como punto de partida Varsovia, 1898. A lo largo de su infancia y adolescencia vivió en distintos puntos de Rusia, Polonia, Suiza e Italia, donde dio clases de idiomas y comenzó a manifestar su interés por el arte. En 1916, se casará en San Petersburgo con su primer marido Tadausz Lempicki, del que tomó su apellido, y con el que tuvo una hija pocos meses después. Sin embargo, se verán obligados a abandonar el país y a exiliarse en París dos años después debido al convulso periodo político. El triunfo de la Revolución en 1917, que obligó al zar Nicolás II a abdicar, supuso la caída del Imperio ruso. A finales de ese mismo año los bolcheviques tomaron el mando y arrestaron a su marido. Por suerte, Lempicka logró liberarlo y huyeron a París, como muchos otros miembros de la aristocracia rusa.
Aunque sus inicios en la capital francesa no fueron fáciles, Lempicka no tardará en consolidarse como artista. Inspirada por la efervescencia creativa de la atmósfera parisina, comenzó a tomar clases de pintura. En 1922, logró exponer por primera vez en el Salon d’Automne. A partir de entonces su éxito creció como la espuma y en poco tiempo se convirtió en una mujer muy adinerada. Su nombre era sinónimo de modernidad y glamour y era muy popular en los círculos intelectuales y artísticos en los que se reunía con personajes como Jean Cocteau, Isadora Duncan, Colette o James Joyce. Sus pinturas estaban de moda y sus personajes «a la moda». A lo largo de las obras de esta exposición veremos la predilección de Lempicka por los sombreros. De hecho, en 1921 publicó en dos revistas de moda L’Illustration des Modes y Femina sus ilustraciones de distintos diseños de sombreros. Poco tiempo después, en 1925, se celebró en París la Exposición Internacional de las Artes Decorativas, donde el reconocimiento del art decó adquirió su expansión a nivel internacional y se convirtió en referente de la modernidad, la decoración y el buen gusto.
El talento de Lempicka no solo estaba en su capacidad para pintar, sino en el modo de seducir con su personalidad. Sus gestos, su contoneo al andar y su modo de hablar, la convirtieron en toda una diva. Pintó tanto a miembros de la realeza (en la muestra hay un pequeño retrato del rey Alfonso XIII, recién descubierto) y la nobleza, como a científicos e intelectuales y también a personas de las clases bajas, como inmigrantes y prostitutas. Además, se puede apreciar en sus pinturas más transgresoras su abierta bisexualidad, en una sección dedicada exclusivamente a «las amazonas», como se designaba a principios del siglo XX a las mujeres homosexuales. Una de las obras destacadas de este contexto es El doble «47» (c.1924), en el que se ve a dos garçonnes -mujeres lesbianas que vestían de manera masculina- en la entrada de una maison «solo para mujeres». Este revolucionario y moderno estilo de vida se reflejaba también en el diseño de su propia casa-estudio en el barrio de Montparnasse (en el número 7 de la rue Méchain), que compró en 1930 tras separarse de su marido. El arquitecto fue Robert Mallet-Stevens y la que se encargó del diseño de los espacios interiores fue Adrienne Gorska, hermana de Lempicka y la primera polaca arquitecta, que fue pionera en realizar proyectos para las salas de cine, sobre todo de los Cinéac de París y de toda Francia.
Sin embargo, aunque la pintura de Lempicka derrochaba modernidad, ella nunca renunció a estudiar las obras de los grandes maestros de los siglos anteriores. En una de las salas, se pueden contemplar obras que están inspiradas en las de artistas del Renacimiento italiano como Botticelli, Miguel Ángel o Bernini, o en reconocidos autores del barroco neerlandés como Vermeer, o del romanticismo italiano como Hayez, entre otros. También manifestará su admiración por El Greco y Goya tras ver sus obras en los museos españoles cuando visitó, en el año 1932, las ciudades de Madrid, Toledo, Sevilla, Málaga y Córdoba. La artista mostraría también interés por realizar bodegones de flores y frutas en varios momentos de su carrera. En la muestra encontramos algunos ejemplos que datan de principios de los años 20 y otros de finales de la década de los 40. Sobrios, de vivos colores y pintados con gran virtuosismo.
En la década de los treinta, Lempicka se volvió a casar, esta vez con el barón Raoul Kuffer. Sin embargo, la artista tuvo que huir de nuevo pocos años después de casarse, en esta ocasión, debido al estallido de la Segunda Guerra Mundial. La pareja se mudó a Estados Unidos, ni más ni menos que a Beverly Hills (en la que fue la casa del famoso director de cine King Vidor). En 1941, la artista expuso por todo lo alto en las galerías de Julien Levy -quien también trabajó con Salvador Dalí- con sede en Nueva York y los Ángeles y también en las Courvoisier Galleries. Durante su etapa en Norteamérica, Lempicka expresó su interés en realizar una exposición de pinturas de manos, inspirada en las imágenes de finales de los años 20 que publicaron fotógrafos como André Kertész y François Kollar o la fotógrafa Laure Albin Guillot, algunas de las cuales están presentes en esta retrospectiva. Cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial el matrimonio volvió a mudarse a París y Lempicka reabrió su casa-estudio en la rue Méchain. Durante los siguientes años la popularidad de Lempicka iría disminuyendo aunque volvió a resurgir cuando el Museo de las Artes Decorativas de París organizó, en 1966, la exposición Les Années 25, que conmemoraba aquellos locos años 20.
El broche final de esta muestra es la sección titulada Las visiones amorosas en la que se encuentran, entre otras, las pinturas de Lempicka protagonizadas por mujeres con las que mantuvo un romance o aquellas que reflejan amor entre mujeres. Dos ejemplos son, el erótico desnudo La bella Rafaëla (1927), o Las muchachas (c.1930) donde unas jóvenes se abrazan sugerentes delante de los rascacielos de Nueva York. En la última parte de su vida y después de la muerte de su marido en los años 60, Lempicka abandonó París. Fue a vivir una temporada a Houston para estar más cerca de su hija, pero finalmente terminó mudándose a México, país en el que vivió hasta el fin de sus días en la casa «Tres Bambús» ubicada en Cuernavaca. Una apasionante vida contada a través de una exposición que, sin duda, hay que ver con calma para poder disfrutar de la gran variedad de obras -a las que hay que añadir documentos en vídeos y fantásticas fotografías de gran tamaño- que reviven el mundo de la «Reina del Art Decó».













