Puntos clave de Atlas de Teoría(s) de la Arquitectura

Vista del boceto de la Maison de l'homme en Zúrich en la exposición Atlas de Teoría(s) de la Arquitectura © Marina Fertré

Comisario: Rodrigo de la O Cabrera

Uno de los grandes debates de la arquitectura en la actualidad se produce en torno al cuestionamiento de la propia práctica. El interrogante ¿cómo debe hacerse la arquitectura hoy en día? no cuenta con una respuesta consensuada entre los profesionales del sector. Los más convencionales siguen apostando por el diseño de una arquitectura que esté estrechamente ligada al lugar y a la cultura de la sociedad que va a darle uso o habitarla. En cambio, la tendencia más popular, ante el neoliberalismo tan atroz que gobierna el mundo, en el que los encargos se producen a nivel internacional y donde los grandes estudios trabajan de manera paralela en varios proyectos a un ritmo desenfrenado, es afirmar que este modo de entender la práctica ha quedado obsoleto. Una dicotomía de opiniones que, consecuentemente, ha permeado también al ámbito académico, donde los profesionales se preocupan por analizar la situación desde el marco teórico, a partir del estudio de los elementos constructivos y las distintas fases del proceso compositivo. La exposición Atlas de Teoría(s) de la Arquitectura, que podrá visitarse en el Círculo de Bellas Artes hasta el 26 de mayo, propone un acercamiento visual y ameno a estas reflexiones y fundamentos teóricos ensayados por célebres arquitectos a lo largo de la historia.

En total, se han reunido más de cincuenta documentos originales, cedidos por la Biblioteca de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid y por el Centre Canadien d’Architecture de Montreal, que datan desde la época renacentista hasta finales del siglo XX. El más antiguo de todos es el libro Di Lucio Vitruvio Pollione De architectura libri dece (1521) del arquitecto Cesare Cesarino, que fue el primero en realizar la traducción del latín al italiano del tratado De Architectura de Marco Vitruvio Polión (el único que ha llegado hasta nosotros de la civilización grecorromana). En el Renacimiento, la figura de Vitruvio y su obra -estructurada en diez libros- sirvieron de inspiración a importantes humanistas. Uno de ellos fue el polifacético Leon Battista Alberti, que publicó De re aedificatoria (1450) siguiendo los pasos del tratado de Vitruvio cuando únicamente existían copias manuscritas en latín del mismo (Alberti también publicó su obra en latín). En la muestra también encontraremos un ejemplar de 1684 de la primera versión del tratado de Vitruvio en francés, traducida por Claude Perrault, y los tomos de los Los cuatro libros de la arquitectura (1570) y La idea de la arquitectura universal (1615), escritos respectivamente por los arquitectos Andrea Palladio y Vincenzo Scamozzi, ambos nacidos en la región del véneto.

Al recorrer la sala observamos que no solo el saber escrito tiene importancia en esta exposición, sino que la imagen es la verdadera protagonista. Es imposible no prestar atención a los dibujos de los distintos tipos de edificios, de órdenes y de ornamentos, que además son presentados en distintos planos y desde diferentes perspectivas. Por ejemplo, en Prospettiva de’ pittori ed architetti [Perspectiva de pintores y arquitectos] publicado por Andrea Pozzo en 1700, los edificios son representados haciendo uso de la perspectiva cónica desde abajo, también llamada vista de gusano. Además de dibujos, encontramos bellos grabados, como los del maestro Giovanni Battista Piranesi (de 1761 y 1762), que fue un auténtico virtuoso de la comunicación de ideas a través de imágenes. La ruina será también objeto de análisis en aquellos monumentos que seguían despertando un gran interés entre los expertos, como los de Les ruines des plus beaux monuments de la Grèce [Las ruinas de los más bellos monumentos de Grecia] (1758), que llevó a cabo el arquitecto teórico francés Julien David Le Roy tras su visita a la Acrópolis de Atenas. Entre ellos se encontraba el Erecteón, que inspiró también a los arquitectos del siglo XIX. Uno de ellos fue Karl Friedrich Schinkel (autor en época prusiana de relevantes edificios de estilo neoclásico en la ciudad de Berlín, como el Altes Museum), que reflejó claramente la influencia de este monumento clásico en su propuesta de diseño no construida del Palacio de Orianda, en la península de Crimea. Incluso llegó a hacer bocetos para un hipotético palacio que transformara la Acrópolis.

La arquitectura del pasado dejó de ser la principal referencia a principios del siglo XX, de la mano de los movimientos de Vanguardias. En 1909, Filippo Tommaso Marinetti consolidó con su famoso manifiesto las bases del Futurismo, que establecía un estrecho vínculo entre la máquina y un ser humano fascinado por la revolución tecnológica de los medios de transporte y la idea de velocidad. De este modo, no es de extrañar que, quince años después, el arquitecto suizo Le Corbusier bautizase a la vivienda como la «Máquina de habitar», pensada para ser construida rápidamente y con la intención de responder a una necesidad puramente funcional. Todo un rotundo adiós al ornamento. Además, se encargó de elaborar su propio sistema de medidas, que fue publicado en dos tomos Le Modulor (1948) y Le Modulor 2 (1955), en los que se detalla su sistema antropométrico regido por la sección áurea y la sucesión de Fibonacci. Una teoría que llevó a la práctica en su última obra construida la Maison de l’homme en Zúrich, de la que puede verse un boceto en la exposición. A mediados del siglo XX, el matrimonio de arquitectos Alison & Peter Smithson también aportó su propia visión de futuro y concepto de modernidad en los planos que dibujaron de la House of the Future (uno de ellos exhibido en la sala), aunque las formas orgánicas de la vivienda poco tienen que ver con la predilección por el ángulo recto de Le Corbusier. Este proyecto lo concibieron para ser presentado en forma de maqueta a escala real en la exposición Ideal Home, organizada por el periódico británico Daily Mail en 1956.

Otra de las grandes referencias al futuro la encontramos en la proyección de la célebre película Metrópolis (1927), uno de los materiales audiovisuales de la exposición. Dirigida por Fritz Lang, esta película se ha convertido en uno de los grandes clásicos del cine mudo y en la favorita de muchos arquitectos. El filme es una distopía que nos traslada al año 2026 y a una sociedad en la que los ricos viven en rascacielos y los trabajadores en guetos subterráneos. Una distribución arquitectónica delirante como el fenómeno urbano que ilustró el holandés Rem Koolhaas en La ciudad del globo cautivo (1972). Toda una revolución vertical de la retícula de los rascacielos de Manhattan, en donde las cubiertas se convierten a su vez en ciudades y que puede considerarse una teoría hecha imagen, ya que invita a reflexionar y a plantear nuevas hipótesis acerca de la arquitectura del futuro. Hasta la fecha, todo parece indicar que nos dirigimos hacia un destino en el que «la forma sigue a la imagen» y, como consecuencia, la arquitectura se ha convertido en el mecanismo fetiche de propulsión de la sociedad del espectáculo. Quizás, aquí ya no sean necesarias las palabras. Esperemos que, al menos, tengamos show para rato.

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Vista de la exposición Atlas de Teoría(s) de la Arquitectura en el Círculo de Bellas Artes © Marina Fertré
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Vista de la exposición Atlas de Teoría(s) de la Arquitectura en el Círculo de Bellas Artes © Marina Fertré
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Vista de la exposición Atlas de Teoría(s) de la Arquitectura en el Círculo de Bellas Artes © Marina Fertré
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Vista de la exposición Atlas de Teoría(s) de la Arquitectura en el Círculo de Bellas Artes © Marina Fertré
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Vista de la exposición Atlas de Teoría(s) de la Arquitectura en el Círculo de Bellas Artes © Marina Fertré
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Vista de la exposición Atlas de Teoría(s) de la Arquitectura en el Círculo de Bellas Artes © Marina Fertré