La obra más personal del arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oíza (Cáseda, Navarra, 1918-Madrid, 2000) se puede contemplar hasta el 23 de agosto en el Museo ICO bajo el título Sáenz de Oíza. Artes y Oficios. El año pasado, los conocedores de su trabajo ya pudieron ver parte de sus creaciones expuestas en las salas del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM) con motivo de la conmemoración de los cien años de su nacimiento. Sin embargo, lejos de repetirse, esta nueva propuesta expositiva recrea una atmósfera lúdica y transversal, alejada del canónico orden cronológico, para aproximarse a las facetas más viscerales de su práctica arquitectónica a través de cinco ejes temáticos de doble naturaleza: El oficio de aprender/El arte de enseñar, El oficio de habitar/El arte de construir, El oficio del alma/El arte de evocar, El oficio de creer/El arte del mecenazgo y El oficio de competir/El arte de representar.
Los gajes del oficio y las pasiones de las artes se suceden los unos a las otras a lo largo de un recorrido integrado por 250 piezas (¡muchas de ellas inéditas!), y no todas de la autoría del arquitecto, sino también de su circunstancia. Y es que junto a los planos, maquetas y dibujos de sus proyectos más emblemáticos, encontramos piezas de destacados artistas del ámbito español con los que colaboró a lo largo de su carrera y con los que mantuvo una gran amistad, entre los que destacan Jorge Oteiza, Antonio López, Lucio Muñoz, Pablo Palazuelo y Eduardo Chillida. Una serie de vínculos profesionales que dejan patente la clara voluntad de los comisarios (sus hijos Javier, Vicente y Marisa Sáenz Guerra) de aproximarnos a una selección cargada de sinergias, que permite que el espectador conozca la personalidad del arquitecto no solo a través de su propia obra, sino también de la mirada de las figuras que le acompañaron a lo largo de su vida.
Creo que no arriesgo al afirmar que todo estudiante de arquitectura se aproxima a la obra de Sáenz de Oíza a través de Torres Blancas (1964-1968). Sin duda, uno de sus proyectos más conocidos, que construyó gracias al mecenazgo de Juan Huarte y que se ha convertido en todo un icono del skyline madrileño. En su azotea, el pintor Antonio López realizó varios cuadros, en los que retrató la ciudad a vista de pájaro, como puede verse en varias fotografías de la exposición. La singularidad de Torres Blancas radica (tanto en planta como en fachada) en la peculiar sinuosidad de esa estética blanca y organicista tan característica de las obras de Le Corbusier, al que Sáenz de Oiza admiró enormemente y homenajeó con la colorida composición de los tres niveles superpuestos de la Villa Savoye que está presente en la muestra.
Otro de sus proyectos más destacados es la Basílica de Aránzazu en Guipúzcoa, en la que participaron artistas como Lucio Muñoz (con la creación del retablo) o Jorge Oteiza (con el diseño del relieve mural de la fachada y las esculturas de los apóstoles). Además, encontramos las fotografías y los planos de la Fundación Museo Jorge Oteiza de Navarra, realizada también por el arquitecto, junto a un gran número de esculturas de Oteiza. En su tierra, recibió asimismo el encargo de diseñar la Universidad Pública de Navarra, un proyecto que figura dentro de la sección El oficio de aprender/El arte de enseñar. Y es que Sáenz de Oiza fue, además, catedrático en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, donde muchos de sus alumnos son profesores actualmente.
Al contemplar esta selección el espectador descubrirá obras de menor escala (como la Casa Durana construida en Vitoria en 1959) junto a proyectos de gran envergadura (como las oficinas de la Torre del Banco de Bilbao en el Paseo de la Castellana de Madrid). Sin duda, una exposición para ver con detenimiento y dejarse seducir por el vaivén de los distintos formatos y las diferentes escalas de este gran elenco artístico.





