Llegará el día en que la realidad aumentada conquiste los museos y ofrezca al espectador la posibilidad de elegir la escala a la que prefiere visitar la exposición. Si ese día fuera parte del pasado, entonces ayer hubiera visto la exposición Cruz y Ortiz 1/200…1/2000 oscilando entre los valores que indica su título. De este modo hubiera podido recorrer, con la sensación de estar frente a los edificios a tamaño real, las más de cincuenta maquetas que el Museo ICO expone en sus salas hasta el 22 de enero de 2017.
Una selección que presenta, a través de fascinantes volúmenes en miniatura, los proyectos nacionales e internacionales diseñados por el estudio de arquitectura Cruz y Ortiz, desde su fundación en el año 1974 hasta la actualidad. Y es que 42 años de fructífero trabajo, han dado para mucho. Todo empezó un par de años después de finalizar sus estudios en la Escuela de Arquitectura Superior de Madrid en 1971. A la edad de 25 y 26 años, los sevillanos Antonio Cruz (1948) y Antonio Ortiz (1947), realizaron el proyecto que daría el pistoletazo de salida a su exitosa trayectoria: el Edificio de viviendas en calle Doña María Coronel de Sevilla.
Una obra que, además, tiene el privilegio de ser una de las construcciones que pueden contemplarse a través de las espectaculares fotografías en gran formato del Premio Nacional José Manuel Ballester. Las otras tres pertenecen también a distinguidos proyectos: el Nuevo Estadio del Atlético de Madrid (sobre la antigua Peineta), la Estación de Ferrocarril de Santa Justa (por la que recibieron el Premio Nacional de Arquitectura en 1993) y la que es su obra más reconocida a nivel mundial, el Rijksmuseum de Ámsterdam (la reforma del emblemático Museo Nacional con la que ganaron, en 2014, la Medalla de la Orden del León Neerlandés y la Medalla de Oro del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España).
Un elevado reconocimiento resumido en una retrospectiva que destaca por sus elaboradas maquetas, diseñadas con gran rigor por los profesionales Sebastián de Alba, Luis Montiel y Jorge Queipo. Además, junto a ellas se pueden contemplar más de un centenar de croquis originales de los arquitectos y, en la tercera planta, un documental del Rijksmuseum. Todo un potente material expositivo que, sin embargo, no luce el montaje más idóneo, y por varios motivos. El primero, la iluminación. Aunque es adecuada para las maquetas, no es apta para la posición horizontal de los planos y croquis ya que el reflejo impide verlos con claridad. En segundo lugar, la excesiva longitud y la inapropiada colocación de las mesas de exposición. En la sala de planta baja, ¿para qué se necesita pasillo por ambos lados si además hay poco espacio? De hecho, nadie pasaba por el más próximo a la escalera.
Sin duda, mi gran admiración por los trabajos de Cruz y Ortiz y la gran calidad del material exhibido han provocado que haya echado en falta algo más de riesgo en el montaje. Sobre todo, que el recorrido fuese menos rígido y estuviese más en sincronía con la libertad de movimiento y la fluidez de los interiores de los proyectos o, mismamente, con el armónico ritmo de las páginas del catálogo de la exposición. Una interesante y original publicación de doce relatos, escritos cada uno de ellos por prestigiosos estudios de arquitectura de nuestro país, que desarrollan un texto en torno a uno de los proyectos. Por mi parte, no me he podido resistir a «reconocer esa innegable capacidad de sugerencia de lo reducido» que, sin lugar a dudas, merece ser contemplada en cada una de las piezas de esta muestra.




